Foto Twitter: @La_Barra51
Redacción: Mario Alberto Valdez
Twitter: @MarioAValdez
No. Nunca lo entendería y nunca lo entendí. No es para cualquiera, o sólo es para incautos. Si no eres tapatío o no tienes algún vínculo con la tierra que huele a mojado, ni trates de entenderlo.
No tiene explicación. Por eso terminaron por refugiarse en esa frase. Todos ellos vieron morir a alguien que se gastó la vida esperando ese campeonato que, apenas por segunda vez en cincuenta años de liguillas, vuelve a estar al alcance.
Nunca lo entendí. ¿De qué se jactan cuando se ponen la rojinegra? ¿Porqué se sienten seres especiales? ¿En qué momento decidieron darle parte de su corazón a un equipo que en 70 años nunca les correspondió? ¿Porqué hacen apología de la mediocridad? ¿Porqué se inventan y se creen mentiras como la de “no vivo de copas, sino de la pasión que generas”?
Y menos entendía cuando eran los primeros en celebrar las derrotas del vecino, alegrías concedidas casi siempre por ajenos, pero que hacían propias. Ya ni hablar cuando eran ellos lo que levantaban los brazos en el Clásico más viejo de nuestro fútbol.
No lo entendí nunca. Pero lo vi en los ojos desorbitados del Gera cuando me restregaba la camisa de una sola estrella en la cara. O cuando el René alega y alega y alega y alega. O cuando el Bola regresa al mundo simple de la pelotita llamado por el embrujo rojinegro. O cuando el tío Felipe quiere hacerse el analítico con la forma de jugar de Cocca, pero en realidad el corazón se le quiere salir del pecho. O en la elegancia del querido Ney, que nunca se curó de la enfermedad rojinegra contraída a su llegada a México. También cuando Ito o el Cuervo retoman esa pasión heredada de sus papás y hablan como si hubiera visto al mismísimo Cubero marcar aquél mítico penal.
O los tuits incendiarios pero siempre analíticos de Javier AR. Es más, hasta casi se la creo a Chema y a Ray. O en la sobriedad de Clouthier, que chinga, pero quedito. Y lo veo también en Santipollos, en mi tocayo el de los tequilazos a las 12 am cuando lo visitabas en su oficina de Jalisco Motors, en los Betos y tantos amigos que abrazan esos colores y que entre ellos deben cuchichear “que esta es la buena” pero ante los demás hablan de calma, porque si de algo está sembrado el camino rojinegro, es de decepciones.
Y sí. Nunca lo entendí ni lo entendería ni lo entenderé y me vale madres entenderlo. Pero por todos esos afectos deseo, primero, que esta sea la buena porque nadie me lo platicó, yo los ví entregarse a ese ininteligible frenesí rojinegro.
Y segundo, ¿porque si el fútbol no es para hacer amigos, entonces para qué chingados es?